“Comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública”, esta es la segunda acepción que aparece en el diccionario de la RAE para definir la palabra civismo; y esta es la palabra con la que yo sintetizaría al pueblo vienés.
Una de las cosas que más me preocupa a la hora de viajar, supongo que como a la mayoría, es la seguridad. Hace algunos días que llegué de Viena y me impactó tanto la seguridad y el saber estar de sus ciudadanos que he decidido dedicarle este escrito; pues nunca antes había estado en un lugar dónde se respirara tanto equilibrio y serenidad por metro cuadrado. Más allá del carácter de sus gentes (que algunos tildan de fríos, yo diría que distantes), el comportamiento de las personas e incluso de sus animales no podría ser más sosegado.
Realmente quedé estupefacta con el comportamiento de las personas en Viena. Un ideal al que quizás deberían aspirar todos los pueblos y ciudades del mundo, con una convivencia pacífica y respetuosa hasta niveles insospechados.
Un comportamiento que permite a los visitantes pasear con total tranquilidad por las calles de la ciudad y desplazarte en transporte público a altas horas de la noche sin que se te despierte ningún tipo temor. ¿Cómo sería poder viajar a cualquier parte del mundo, sin miedo a robos, secuestros, terrorismo, entrada a zonas de conflicto armado…? Suena utópico.
Las comparaciones no son buenas, pero en ocasiones resultan inevitables. Y yo antes de aterrizar, mientras miraba por la ventanilla del avión ya notaba que la ciudad donde aterrizaba era más ordenada y recta que de dónde venía, Barcelona, Cataluña, España… Los campos de Viena se veían desde la aeronave perfectamente arados y cuidados, todos muy cuadrados y rectangulares; mientras que al despegar des del aeropuerto de Barcelona-El Prat si te habías fijado los campos no tenían formas uniformes y algunos no estaban ni tan siquiera cuidados. Parece una tontería, pero a mí me dio que pensar antes de aterrizar.
Una vez en la ciudad los contrastes entre Barcelona y Viena podrían irse sumando. Uno de los más significativos, en los metros, trenes y tranvías. Mientras en Barcelona cada vez las puertas para entrar son más altas y duras para que las personas no puedan colarse sin haber pasado la tarjeta de transporte, en Viena directamente no hay ninguna puerta.
El acceso al transporte está totalmente abierto, suponiendo que los ciudadanos compraran sus abonos correspondientes antes de tomar el medio. ¿Alguien de Barcelona, Madrid o cualquier otra provincia puede imaginar esto? A mí me resulta complicado encajarlo en nuestro contexto. ¿Y qué me decís que vuestras mascotas puedan entrar en todos los lugares públicos, y en caso de que no sea el caso dispongan de lugares habilitados con agua y comida para los animales?
En Viena también existe.
Más allá del civismo, podemos centrarnos en otros aspectos. La vida es más cara en relación con el sur de Europa, pero tampoco en exceso, yo diría que en aspectos básicos unos 3-4 euros. La comida tampoco es tan variada y gustosa, se centra mucho en carnes. En cuanto al clima continental en verano resulta ideal visitarla, pues la ciudad ronda los 20 grados; en invierno quizá demasiado frío para mi gusto con nieve y lluvia abundante y las temperaturas pueden llegar hasta los -5º C.
La ópera y los majestuosos palacios y prados, se entremezclan con dinámicos centros culturales y una emblemática noria dando paso a una urbe de contrastes perfectamente sincronizada entre lo nuevo y lo añejo.
Si como en mi caso vais pocos días os aconsejo sí o sí que visitéis los siguientes lugares que podéis hacer caminando o en transporte público en menos de 2 días:
- La ópera de Viena
- La catedral de San Esteban
- El mercadillo de Naschmarkt
- La casa Hundertwasserhaus
- El Museums Quartier Wien
- La noria de Prater
- La casa de Sisí emperatriz Schloss Schönbrunn
- La plaza Yppenplatz