Hoy, día internacional del trabajador, quisiera dedicar este post a ese verbo que nos ocupa la mayor parte de la vida: trabajar. Hay quienes piensan que es una forma de obtener dinero para poder disfrutar de su tiempo libre haciendo lo quiera y obteniendo los bienes materiales que quiera; otros sin embargo lo consideran un desarrollo de su vocación y dejan en un segundo plano los beneficios puramente económicos que puedan obtener. Yo me considero de este segundo grupo. Leía hace unos días un artículo en la revista Elle sobre Luis Bassat, responsable de innumerables y reconocidas campañas de marketing como la de los JJOO de Barcelona 92 y fundador de la agencia Bassat Ogilvydónde decía: “Cuando uno sólo persigue el dinero lo más probable es que no consiga ni eso”. Y no puedo estar más de acuerdo. El beneficio económico debiera ser una consecuencia de hacer bien un trabajo, y para que tenga sentido ese debería ser un trabajo que te guste, que realmente te llene.
Considero que es de suma importancia que cuando uno decide a que dedicarse tenga en cuenta aquello que le gusta hacer y no aquello que le va a dar más dinero. Entiendo que hay casos donde existe una vocación muy clara, y no hay dudas; mientras que hay personas que no lo tienen muy claro o necesitan ir probando hasta encontrarse. Cada persona, es un mundo. Pero sea antes o después hacer lo que a uno realmente le gusta a pesar de que cueste más de conseguir ese empleo es lo más beneficioso para la propia persona y también para la sociedad.
Y digo esto, porqué haciendo lo que te gusta, te sientes feliz y esa felicidad te dispone una actitud de mejor trato y agrado para los demás. Y en este punto quiero detenerme porqué este trimestre me tocó en la universidad un profesor realmente borde y grosero. Llevo 8 años yendo a la universidad y no había visto nada igual. No quiero dar nombres y apellidos, pero siempre que lo tengo suelo salir de la clase indignada y a juzgar por los comentarios con mis compañeros no soy la única. Resulta incomprensible que haya profesores enseñando sin un mínimo de simpatía y predisposición para enseñar y motivar al alumnado.
Por suerte me encanta lo que estudio y tengo muy claro lo quiero aprender, y la actitud de este profesor no va a interferir en mis objetivos, pero quizá a otras personas si pueda afectarles. No creo que sea un mal hombre, si una persona infeliz, porqué su actitud denota que no le gusta lo que hace, ni le pone ganas, ni le pone pasión, ni tiene gracia y para colmo en lugar de corregirte con agrado lo hace recriminando. Espero que el trimestre acabe pronto y perderle de vista. Pero lo que más espero es que este profesor algún día se dé cuenta y cambie de trabajo, por su felicidad personal y por el bien de los próximos estudiantes que deban pasar por la asignatura que imparte.